No es lo mismo decir «Alberto  deja de llorar» que «Alberto, deja de llorar». Una simple coma hace la diferencia. En la primera oración estamos afirmando algo de Alberto (que ha dejado de llorar); en la segunda, estamos pidiéndole algo (que deje de llorar). Desde el punto de vista gramatical, en el primer caso, Alberto […]

Por Eliana Gonzales. 13 enero, 2014.

No es lo mismo decir «Alberto  deja de llorar» que «Alberto, deja de llorar». Una simple coma hace la diferencia. En la primera oración estamos afirmando algo de Alberto (que ha dejado de llorar); en la segunda, estamos pidiéndole algo (que deje de llorar). Desde el punto de vista gramatical, en el primer caso, Alberto es el sujeto de la oración; en el segundo, es un vocativo, un elemento extraoracional.

El vocativo es aquella palabra o grupo de palabras que se usan para llamar la atención del interlocutor; es decir, de la persona o personas que nos escuchan: «Rosa, ¿quieres ir al cine esta tarde?», «Has de saber, amigo, que estoy feliz de verte», «Feliz aniversario, amor mío». Se caracteriza porque puede ir al inicio del enunciado (Rosa),  en medio (amigo) o al final (amor mío); además, podemos identificarlo porque en el plano escrito siempre aparece aislado por medio de la coma; en cambio, en las expresiones orales no siempre suele ir separado por pausas, aunque se enuncia con una curva de entonación descendente.

Si bien usamos los vocativos para llamar la atención del receptor, también aparecen al iniciar un diálogo: «Carolina, ¿cómo estás?»; en los saludos: «Hola, Alfonso»; «Buenos días, Rosalía»; «Feliz cumpleaños, Marta»; en las  peticiones: «Mozo, un helado»; y en las disculpas: «Lo siento, señorita»; «Permiso, mi capitán». Cuando se sitúan al final de interrogaciones y exclamaciones, los vocativos deberán incluirse antes del cierre del signo: «¿Qué tal, Luisa?»; «¡Márchate, Carlos!».

A menudo nos olvidamos de la llamada «coma vocativa» que lo acompaña, sobre todo en aquellas expresiones tan familiares como saludos y despedidas: «Hola, Martín»; «Chau, Felipe»… Por ello, a propósito de la despedida, quiero cerrar, deseándoles una feliz fiesta de Epifanía, estimados lectores.

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